El 15 de septiembre de 1928 una casualidad provocaba un impresionante descubrimiento para el hombre. Alexander Fleming se daba de bruces con la penicilina y la salud de millones de seres humanos se veían beneficiada. Hasta ahora, porque nosotros, la raza humana, que nos creemos tan listos y tan eternos tenemos un problemón encima que no es pequeño precisamente. Hoy hablamos de las superbacterias.
Lo que ya está sucediendo
En pocas palabras, el problema con las superbacterias es que estos microorganismos, a los que pensábamos que teníamos controlados, se están volviendo resistentes a los medicamentos que los han combatido durante décadas. Pero, ¿cómo de serio es el asunto?
En el año 2050, las súperbacterias matarán a 10 millones de personas en el mundo. Habrá más muertes por resistencia a las bacterias que por enfermedades que hoy nos parecen tan tremendas como el cáncer. Aunque no tenemos que irnos tan lejos para comprobar los efectos devastadores de lo que estamos diciendo. En Europa, cada año se producen 25.000 muertes por resistencia a los antibióticos. Y sólo en nuestro país, entre 2011 y 2015, fallecieron casi 12.000 a causa de este problema. Lo que supuso un incremento del 38%.
¿POR QUé LAS bacterias se han convertido en superbacterias?
Las superbacterias no han nacido sin más y por casualidad. No. Pero lo más grave es que su presencia y riesgo tiene que ver, qué raro, con la imprudencia con la que hemos actuado los seres humanos.
Su existencia se debe a las diversas mutaciones que las bacterias han sufrido a lo largo del tiempo para conseguir ser inmunes a las medicinas que las trataban. Darwin puro y duro. Los microbios han ido cambiando su ADN y volviéndose más resistentes a los antibióticos. Una rueda que no se detiene.
Desde que Fleming nos hiciera su poderoso regalo, las bacterias parecían a raya. Pero las mutaciones genéticas provocaron una resistencia a esa medicina. Mutaciones que, con el paso de las generaciones fueron «puliéndose» y perfeccionándose y dando paso a las superbacterias que hoy nos resultan tan peligrosas. La aparición de éstas ha potenciado la creación de nuevos medicamentos para combatirlas pero, esto, de nuevo, sólo ha supuesto el primer paso para nuevas modificaciones en el ADN y la generación de más cepas inmunes a esos antibióticos.
Pero, ¿cómo ha podido producirse este giro? Pues hay muchas razones, pero una de las más graves es el uso imprudente que se ha hecho de los antibióticos. Suministrados sin control, en muchos casos, a la ligera (hasta hace poco no se necesitaba receta médica para poder adquirir algunos), el problema se ha agravado porque muchas personas no respetan las prescripciones médicas sobre la dosis y la duración de los tratamientos. El empleo de los antibióticos se ha tomado de forma relajada y la sobreexposición de las bacterias a esos laxos procedimientos ha sido el caldo de cultivo ideal para que se hicieran cada vez más resistentes.
Ése no ha sido el único problema. Durante años, a los animales que se han criado en granjas y cuya función final era servirnos de alimento, se les han suministrado antibióticos de forma habitual, para fomentar y potenciar su crecimiento. En 2006, la Unión Europea prohibía el uso de estas prácticas, que ha tenido mucho que ver con la actual resistencia a bacterias letales. En 2012, desde Estados Unidos se llevaba a cabo la misma prohibición: antibióticos para animales enfermos sí, pero para que crezcan más rápido, no. Las cifras eran alarmantes, pues se estimaba que el 80% de los antibióticos que se suministraban era para animales totalmente sanos.
Aunque, claro está, la acción de algunos países no es solución suficiente. Al contrario, la sociedad globalizada en la que vivimos, que nos hace dependientes de economías del otro lado del mundo, implica que debemos trabajar juntos. Así, uno de los mayores exportadores de carne como es China, no aplica este tipo de medidas, por lo que no importa lo que intenten nuestras autoridades, seguimos consumiendo alimentos que han sido tratados con antibióticos.
Y aquí no acaban la sucesión de problemas que nos está llevando a la crisis que vivimos. La contaminación, esa otra palabra que durante tantos años parecía una simple amenaza, es cada vez más una terrible verdad, con consecuencias muy evidentes.
Se ha descubierto hace poco que los vertidos de algunas farmacéuticas, o de sus fábricas, más bien, estarían provocando la contaminación de acuíferos de todo tipo, que no sólo harían proliferar a las superbacterias, sino que éstas se extendieran indiscriminadamente (poco a poco y sin pausa) por todo el planeta.
Según organismos como Ecologistas en Acción, China y la India serían dos países muy relevantes en la extensión de estas malas prácticas. En la India, Hyderabad es una gran urbe en la que el sector farmacéutico ha creado un poderoso núcleo industrial, un generador de prosperidad. Pero, al tiempo, en sus alrededores, en el río Musi, que la atraviesa, se han encontrado concentraciones de antibióticos 1.000 veces más altas que en otros países.
Lo que ya se está haciendo
Vale, la situación no es la más bonita del mundo pero, como seres humanos, también tenemos una cualidad que nos hace seguir avanzando. Ante la adversidad, no nos quedamos de brazos cruzados, sino que luchamos por buscar nuevas soluciones.
En mayo, desde Nobbot ya os hablamos de los avances del Instituto de Investigación Scripps. Este grupo de trabajo logró modificar la vancomicina, un antibiótico clave para luchar contra las bacterias y, ahora, contra las superbacterias. Lo más interesante del caso es que esta modificación supone que las bacterias no puedan desarrollar resistencia.
Recientemente, desde el Hospital Universitario de La Coruña nos ha llegado un nuevo avance. El equipo del microbiólogo Germán Pou ha ideado un sistema para debilitar el poder de las bacterias y, por tanto, poder convertir a éstas en posibles vacunas que sean efectivas contra las superbacterias. El sistema estaría impulsado por el uso del D-Glutamato: «un mecanismo bioquímico común para intentar inactivar estas bacterias«. Algunos de los problemas para desarrollar este trabajo serían la necesidad de un largo periodo de tiempo para ver los resultados efectivos de esas vacunas y, por supuesto, la financiación de los estudios.
También podemos hablar del trabajo que nos llega desde la Universidad Estatal de Virginia. Allí han estudiado la rifampicina, un antibiótico usado para enfermedades como la lepra o la tuberculosis. Los científicos han descifrado la forma de actuar de una enzima que le hace perder eficacia: la rifampicina monooxigenasa. Sus descubrimientos les han llevado a desvelar su estructura y funcionamiento, un primer paso para poder crear medicinas que sean capaces de contrarrestarla.
El ser humano ha sido capaz de idear medicinas y tratamientos que curen sus enfermedades. Pero, al tiempo, el mal uso de estos remedios está provocando un serio problema de salud. De nuevo, hemos de confiar en todo lo bueno que el hombre es capaz de hacer para conseguir que las superbacterias no sean más que un mal sueño.
Imagen | Pixabay
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