El cómic ‘SP4RX’ es una distopía, “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. En este futuro distópico de Wren McDonald, las personas se equipan -se amplían- con tecnología para ser competitivos. ¿Que tus compañeros de trabajo usan el chip cerebral X990? Pues parece que estás obligado a comprar el X991… o te quedarás atrás.
Partiendo de una realidad actual en la que fomentamos la maximización de los resultados, a veces a costa de la salud, McDonald plantea un universo en el que esta optimización ha saltado de las máquinas y procesos a los humanos. Ahora somos nosotros los que necesitamos tunearnos para rendir más. Pero ¿esto es algo que haría el lector? Y, más importante, ¿tendremos la opción de elegir?
Repulsión al ciborguismo de ampliación
Casi todos los lectores conocen a un cíborg, un “ser formado por materia viva y dispositivos electrónicos”. La RAE adoptó esta definición a costa deotra, muy parecida: “Criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos”. ¿Conoces a alguien con un implante coclear, un marcapasos o una bomba interna de insulina? Todos ellos dependen de la cibernética.
Es el llamado ciborguismo de sustitución: usar dispositivos electrónicos para recuperar algunas funciones perdidas. Algo que los demás tienen y la persona afectada no. La instalación de un miembro protésico como una pierna tras un accidente es otro ejemplo.
Este tipo de restituciones nos resultan coherentes porque no amplían las capacidades humanas. A una persona le falta algo (un miembro, una capacidad) y la tecnología nos ayuda a conseguirlo. Las gafas, por ejemplo, son un tipo de tecnología no electrónica al que nos hemos acostumbrado. Alguien carece de la capacidad de ver bien y le colocamos lentes. Pero nadie va con prismáticos por la calle, nadie hace uso intensivo de tecnología de ampliación.
El ciborguismo de ampliación nace en el momento en que nos instalamos elementos cibernéticos que no necesitamos para superar nuestras capacidades nominales. Ya no se trata de recuperar algo que hemos perdido o no llegamos a tener pero que es común. Ahora queremos mejorar por encima de la media. Ir un paso más allá.
Esto, hasta ahora, causa repulsa. Si no necesitas la tecnología instalada en tu cuerpo, ¿por qué someterte a una operación? El North Sense de Cyborg Nest, el sentido implantable de la magnetorrecepción, tuvo ventas constantes pero a cuentagotas. Hasta agotarse. Ahora hay cientos de personas capaces de percibir el norte magnético de la Tierra. ¿Y si se convirtiese en una necesidad?
Una carrera armamentística por mejorar
La mecánica del cómic ‘SP4RK’ es sencilla: lo que plantea no dista mucho del mundo en el que vivimos. Actualmente tiramos la tecnología no cuando deja de funcionar, sino cuando nos encaprichamos con el siguiente modelo. Si el móvil del vecino va más rápido que el nuestro, el nuestro ya no sirve. Ahora queremos el que va más rápido. Los jardines verdes de al lado proliferan.
En ‘SP4RX’, la humanidad también vive presionada por la mejora continua. La diferencia radica en que esta tecnología se implanta. El protagonista, llamado Sp4rx, se encuentra en un mundo en el que los padres de familia se alegran de poder “hacer turnos de 36 horas sin pausas” gracias a la tecnología. Una evidente denuncia a esa cultura del rendimiento que nos obliga a hacer 10.000 pasos diarios. Y a la espiral de competencia empresarial.
En el cómic aparece un comportamiento muy interesante al que podríamos llamar carrera armamentística por la mejora continua. El fenómeno no es nuevo. En el reportaje ‘Take your pills’, de Netflix, un alumno universitario habla del Adderall así:
“Si de mi promoción de 100 alumnos 20 de ellos toman Adderall, no quedaré entre los primeros, y las empresas no me ficharán. Sacaré ‘solo’ un notable o un bien. De modo que tomo Adderall para poder rendir [más]”
No quiere tomar estimulantes, pero si no lo hace se queda atrás con respecto a sus compañeros. En ‘SPr4x’, los contables de una empresa que no se instalen una calculadora en el cerebro no serán renovados. Suena distópico, y lo es, porque elimina el factor de decisión del usuario. El ciborguismo de ampliación ya no aparece como una alternativa, sino como una obligación para encajar.
¿Estaremos obligados a mejorarnos con tecnología?
Pensemos en las fuerzas de seguridad del estado. Nos resulta evidente que se les pida algo tan básico como estar en forma. Bomberos, policías, militares… Lo suyo es que estén entrenados. Se condiciona a su puesto laboral un parámetro físico. Pero no necesitan hacer algo alienante como instalarse tecnología en el cuerpo. Estar en forma no es lo normal, pero sí lo natural. ¿Se les puede pedir cibernética?
De momento, no. Casi el 100% de guardias civiles son humanos sin cibernética. Los pocos cíborgs que haya lo serán por sustitución, como hemos visto arriba. Pero ¿qué ocurrirá cuando una división se instale algo de tecnología en un programa piloto? ¿Y si esta tecnología se demuestra mejor que el estado natural y una ventaja para el cuerpo de seguridad? ¿Podremos demandar como ciudadanos su implantación para recibir un mejor servicio?
¿Puede una empresa demandar ciertas capacidades físicas y mentales derivadas del ciborguismo? En principio, por qué no. Ya demandan habilidades derivadas de los estudios y la experiencia. O contactos, poder, influencia…
Si por seguridad en una obra necesito un capataz con una baliza implantada, ¿por qué no pedirlo? Ya demando por seguridad que tengan conocimientos de primeros auxilios. Si un capataz ampliado tiene un 30% de posibilidades menos de sufrir un accidente, ¿no será la elección obvia? Sí, pero obligaría al resto a mejorarse con tecnología, y ya tenemos de nuevo el universo de ‘SPR4X’.
El ciborguismo será más natural en el futuro
No nos hemos dado cuenta, pero hemos dado los primeros pasos hacia el ciborguismo de ampliación voluntario. Buena parte de la población de países occidentales se opera modificando su cuerpo sin una necesidad vital. Se trata de intervenciones menores que usan la tecnología más avanzada del momento.
No hablamos de operaciones derivadas de factores psicológicos, que las hay. Casi todas ellas se deben a un factor estético: ampliación de las mamas, retoque de la nariz, implantación de vello capilar, operaciones oculares… La que quizá llama más la atención es la retirada de todas las piezas dentales, incluso las sanas, para instalarse una nueva boca. Sale rentable colocar una dentadura entera en lugar de fabricar una decena de piezas dentales.
Estamos por primera vez modificando nuestro cuerpo por apariencia, un tipo de rendimiento social. Nos esforzamos por lucir bien. La diferencia con el ciborguismo es que estas modificaciones (todavía) no tienen chips. Pero les queda poco. Si hemos podido colocar un chip en un diente, ¿por qué no implantar un diente que lo lleve?
Instalar cibernética por trabajo una vez que hemos colocado prótesis de titanio por placer parece ahora menos radical que antes. Además, ya manipulamos y deterioramos nuestro cuerpo para rendir.
Antes hemos visto cómo los estudiantes toman el estimulante Adderall, un medicamento para TDAH con muchos efectos secundarios. Muchos deportistas de élite se drogan en contra de la normativa o salud, deteriorando su cuerpo, para mejorar su marca. La presión por ser mejores no es cosa de ‘SPR4X’. Es el presente.
La parte buena del ciborguismo de ampliación
No todo es distópico en el universo ‘SPR4X’. La tecnología no es ni buena ni mala, saber usarla con sabiduría es todo un reto. La mayoría de los lectores serán personas ‘normales’ en casi todos los parámetros. Altura media, inteligencia media, número de miembros medio, etc. Sin embargo, todos tenemos taras físicas que se agravan con la edad. Cada vez vivimos más gracias a la tecnología, y estas taras se amplifican.
En la actualidad a nadie se le ocurriría quitarse un brazo para instalarse uno prostético. A menos que haya un problema médico de por medio, claro (ciborguismo de sustitución). Sin embargo, sabemos que eventualmente nuestro brazo, nuestra pierna, nuestro corazón… van a fallar. Son piezas de un sistema muy complejo y tienen un número determinado de ciclos.
Cuando el corazón ha palpitado por última vez, se para. Esto pasa antes si llevamos una vida poco saludable, pero ocurre de todos modos. ¿Y si nos adelantamos y cambiamos la pieza antes de que falle? En industria esto recibe el nombre de mantenimiento predictivo. En lugar de esperar a recibir nuestro primer infarto a la edad media para nuestro sexo, ¿por qué no nos adelantamos?
O, expresado de otro modo, ¿en qué punto de deterioro está justificado, si lo está, el cambio? No por rendir más o dar envidia al vecino. No por mantener un trabajo de 36 horas como en ‘SPR4X’, sino hacerlo por seguir vivo y en un estado de salud aceptable. Es decir, tunearse para acceder a una calidad de vida mejor independientemente de la presión social o laboral.
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