Dice la ley de Goodman que “cuantos más datos generas y guardas, más fácil se lo pones a las mafias”. Nos volvemos vulnerables. Especialmente si compartimos datos personales como nuestra dirección o el destino de las vacaciones. Si, además cogemos esos datos y los anclamos públicamente en nuestro perfil de Instagram o en el timeline de Twitter, blanco y en botella.
Compartir nuestra vida de forma cada vez más abierta en redes sociales es una moda actual. Esta puede salir cara si decimos a los ladrones dónde vivimos, a dónde vamos de vacaciones y cuándo volvemos. Cuando publicamos en Facebook lo bien que nos lo pasamos en la playa, estamos colocando un enorme letrero de neón: “No estoy en casa, ya puedes venir a robar”.
“Aquí, sufriendo”, de vacaciones en la playita
¿Recuerdas los consejos que daban en la televisión cuando nos íbamos de vacaciones a la playa? Baja las persianas, pero no del todo. Coloca un temporizador para que se apague y encienda la luz. Haz que alguien te recoja el correo. Todos estos consejos son cada vez menos frecuentes porque ahora los cacos tienen toda la información en Facebook. Se la damos nosotros.
Un rápido repaso al hashtag #AquíSufriendo nos aporta un amplio catálogo de imágenes playeras y escenas idílicas. Lo que igual no es tan divertido es darnos cuenta de cómo muchas están georreferenciadas y fechadas. Podemos saber cuándo y dónde se hicieron las fotos, así como la ciudad en la que vive su dueño. La mayoría de nosotros nunca llega a desactivar esa opción.
Pongamos que somos de Madrid y que acudimos a la playa valenciana, un plan vacacional bastante frecuente. ¿Has colgado una foto en Facebook a primera hora de la mañana para dar envidia a tus jefes? “#Playita”. Perfecto, si algún amigo de lo ajeno sabe dónde vives, podrá calcular exactamente lo que tardarías en llegar a casa.
No es ciencia ficción. Se sabe que los ladrones es documentan muy bien en redes sociales a la hora de entrar a robar. Lógico, por otro lado, teniendo en cuenta la gran cantidad de información disponible. Un nuevo delito usando tecnología. ¿Para qué entrar en viviendas a ciegas cuando podemos stalkear la cuenta de nuestra víctima? Claro, que los ladrones también cometen el error de subir su ‘pesca’ a las redes sociales…
Esta es mi casa y estos mis objetos de valor
Si eres usuario de Instagram, conocerás la importancia del postureo. Mostrar al resto de la humanidad lo bien que vivimos se ha convertido en una forma de vida por la que se llega a cobrar bastante. Pero puede ser peligroso si mostramos demasiada información sobre nosotros mismos.
Por ejemplo, nuestros hábitos, poder económico, los lugares frecuentes que visitamos e incluso los bienes domésticos. Es muy frecuente que los usuarios de redes sociales muestren fotografías de los eventos a los que van o los lugares que visitan. Puedes hacer la prueba echando un rápido vistazo a las cuentas de Facebook de tu familia.
En verano podemos incluso ver billetes de embarque con la dirección de vuelo (y el tiempo de estancia) junto a un elevado volumen de fotografías domésticas. Posan con conocidos, a menudo alrededor de comida. En esas fotografías aparece la distribución de la vivienda, los objetos de valor visibles y, de nuevo, la hora a la que se subió la instantánea. Ideal para planificar una visita.
Si tienes algo de paciencia y una hoja de cálculo, hasta puedes establecer la cronología de tus familiares en base al volumen de sus publicaciones. Presentarles estos datos públicos suele servir de advertencia, así como un modo directo para educar en el uso de las redes sociales.
Lo cierto es que los ladrones ya no tienen que molestarse en seguirnos [físicamente] durante días para descubrir el momento perfecto para el hurto. Se lo estamos diciendo nosotros gracias a todas las actualizaciones en tiempo real. De modo que, de tanto en tanto, está bien aparcar el móvil.
Mejor “qué bien lo hemos pasado” a “qué bien lo estamos pasando”
La tentación de enseñar en redes sociales nuestras rodillas en la playa o el plato que nos acaban de servir en el restaurante es elevada. Tanto que pocos la resistimos. Y un minuto después de tomar la instantánea, esta aparece en nuestro Instagram, Facebook y se la hemos enviado a todos los amigos en WhatsApp. Según los expertos, este tipo de comportamiento es totalmente desaconsejable.
Hace años, cuando uno tenía que revelar el carrete de fotografías, la presentación de nuestras vacaciones se hacía en familia y en diferido. Un “qué bien lo hemos pasado” que ha sido sustituido por el “qué bien lo estamos pasando”. Tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil aconsejan volver, al menos en parte, al modelo tradicional.
Si podemos, hemos de reprimir las ganas de decir a dónde vamos o durante cuánto tiempo. Así como evitar hacer actualizaciones sobre nuestra localización y distancia a casa. Parece lógico y, sin embargo, pocos seguimos esta norma básica de seguridad. Recuerda que siempre podemos presumir a la vuelta, señalando hacia un pasado en que nuestra casa estaba vacía pero nadie lo sabía.
Una fotografía playera hecha con la mejor intención (dar envidia, por supuesto) podría salirnos caro. Es por eso que se recomienda tener cierto cuidado con qué, cómo y cuándo subimos información a internet. Siguiendo la ley de Goodman, cuanta más información cedemos, más vulnerables somos.
Por contra, cuanta más información tenemos en nuestro poder, más seguros estaremos. Poder visualizar el interior de nuestra vivienda desde el móvil o recibir avisos en caso de irrupción son servicios de seguridad y smart home cada vez más contratados. Especialmente de cara al verano, momento en que dejamos la vivienda sin vigilancia un par de días.
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