El 27 de marzo se celebra el Día Mundial del Teatro. Se trata de un arte escénica cuyos orígenes se remontan al mismo nacimiento del hombre. Las primeras obras de teatro (aunque en ese momento no eran tomadas como tal, claro) las tendríamos, según los expertos, en época prehistórica, cuando se practicaban rituales mágicos para alcanzar el favor de los dioses.
La inclusión de la danza, de música, de textos recitados… habrían supuesto el arranque de un arte del que se conocen vestigios en la China del año 2.000 a.C, en el antiguo Egipto o, por supuesto, en civilizaciones como la griega. El teatro ha mantenido una importancia vital para los seres humanos, pues, como todas las artes, es un alimento para el espíritu. Pero, ¿qué pasa con él en nuestra era digital? Ahora que todo parece pasar por Internet, las apps y las redes sociales, ¿ha perdido preponderancia? Ni mucho menos. Hoy nos queremos fijar en cómo el teatro sigue más vivo que nunca, prevaleciendo como esa llama que ningún viento puede apagar.
Teatro virtual
Pero, ¿es concebible el teatro, un arte para ser vivido en directo, en los tiempos de la multipantalla? Por supuesto. De hecho, uno de los primeros contenidos de ficción que se pudieron ver en televisión eran representaciones de las obras clásicas. Nuestros mayores fácilmente recuerdan programas como ‘Estudio 1‘. La llegada de Internet, con su gran cantidad de herramientas interactivas, ofrece muchas posibilidades nuevas.
Una de ellas es el llamado teatro virtual o ciberdrama. Para muchos, este concepto aún se está desarrollando, pero incluiría a todas esas manifestaciones artísticas que experimentan con las herramientas digitales. El ciberdrama se daría en ciertos entornos virtuales. En ellos, un autor crea una trama, un escenario, unos personajes… Y los participantes hacen todo lo demás. Se convierten en jugadores-actores, que asumen un rol y viven en un universo ficticio, relacionándose con otros individuos que, tal vez, están en la otra punta del mundo. Se transforma pues en una creación colectiva. Pues, a pesar de que hay ciertas reglas pautadas sobre las direcciones a seguir, la participación de cada individuo genera obras únicas e irrepetibles.
Un antecedente de todo esto son los llamados Mudds. Se trata de los multi user dungeons domains y hacen referencia a los juegos de rol analógicos. Pasados por el filtro de lo digital, los Mudds se convertían en juegos que se ejecutan con comandos textuales y en los que los usuarios debían elegir un personaje y vivir aventuras de todo tipo, que pasaban por solucionar acertijos, y colaborar con otros jugadores para llegar a la solución final.
Youtubers, ¿los nuevos monologuistas?
Las formas de comunicación son múltiples en la era de Internet. Y si hay una comunidad que está sabiendo crear una audiencia y un público a su alrededor, ésos son los youtubers. Si en el mundo offline los monologuistas llenan las salas de teatro con sus espectáculos, los youtubers congregan millones de visitas con vídeos de toda índole. Ellos opinan y brindan sus comentarios al mundo, que devuelven su interés convirtiéndose en sus mayores fans.
No se trata de improvisar ni de decir ante la cámara lo primero que se les ocurra (o, al menos, no muchos de ellos). Hablamos de auténticas piezas narrativas con una estructura de principio, medio y final tal y como nos enseñó Aristóteles. La puesta en escena es imprescindible, con elementos que juegan a favor de obra. E incluso con otros actores. Algunos de los vídeos más populares son los que cuentan con la colaboración de otros youtubers o personajes carismáticos. En muchas ocasiones, sus espacios privados se convierten en ese escenario tan particular que otorga al relato una fuerza única.
De hecho, muchas redes sociales están cumpliendo roles de comunicación de esta índole. Snapchat o Facebook Live también son herramientas a través de las que lanzar todo tipo de contenido, también material artístico.
Teatro y tecnología
Otro aspecto muy interesante es el que nos lleva a ver cómo muchas obras de teatro están incorporando elementos tecnológicos en las representaciones. Se trata de instrumentos innovadores e hipnóticos, que dan resultados casi «mágicos». No podemos olvidar que el teatro siempre ha estado a la vanguardia de las artes y se ha atrevido con modos y formatos que, por ejemplo, para la televisión generalista o el cine comercial están vetados. Así, las representaciones que utilizan pantallas o proyecciones tratan de impactar al espectador con nuevas cotas.
La importancia y el cambio radical en nuestras vidas que representa lo digital no tiene parangón. Y es casi inevitable que los artes se atrevan a experimentar con él. ‘In Vitro’, por ejemplo, es una obra en la que una bailarina actúa con su holograma. En otra pieza llamada ‘La realidad’, la protagonista realiza una conexión por Skype con su supuesta hermana gemela (sí, es ella misma).
Guy Cassiers es uno de los directores teatrales que no ha dudado en zambullirse en todo lo que la tecnología puede regalarle. En la adaptación del clásico ‘Orlando’ de Virginia Woolf, cuatro cámaras cenitales graban a la actriz, unas imágenes que se proyectan en el fondo del escenario. Obras que giran en torno al tema de la tecnología también son numerosas. ‘Smartphones‘, por ejemplo, es una pieza de humor que se centra en nuestra dependencia por los gadgets.
Teatro digital
Por último, pero no por ello menos importante, se hace imprescindible hablar del teatro digital. Se trata de las representaciones de teatro que se pueden ver a través de todos los dispositivos que tenemos a nuestro alcance y que suponen una forma como nunca antes ha existido de dar a conocer el universo teatral, a cualquier audiencia de cualquier parte del mundo, en cualquier momento del día.
No son pocos los cines que, a través de su pantalla, no sólo ofrecen películas, sino espectáculos de todo tipo, dramatizados en un lugar, contemplados a miles de kilómetros. The Royal Opera House, National Theatre o el Met de Nueva York son algunas de las instituciones que ofrecen esta posibilidad. Se trata de una oportunidad única para muchos espectadores que, quizá de otra manera, nunca tendrían la opción de acercarse a estos espectáculos.
Además, también tenemos plataformas de Internet que ofrecen la posibilidad de ver obras de teatro. Por ejemplo, Teatrix permite, mediante una suscripción, ver un extenso catálogo de obras. El Netflix del teatro podríamos llamarlo. Por su parte, Teatroteca es una iniciativa del Centro de Documentación Teatral que se puso en marcha en junio del año pasado y que cuenta con más de mil grabaciones de obras de teatro para ser vistas online. Ah, y su uso es gratuito.
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