El 32% de los españoles cree que la tecnología amenaza su empleo. Es posible que tengan razón. Las innovaciones tecnológicas tienden a dejar obsoletas ciertas habilidades y, cuando se concentran del modo adecuado, trabajos y profesiones enteras. Invertir en tecnología suele destruir empleos, aunque también a crear otros nuevos de corte técnico.
Al menos así ha sido históricamente. Y desarrollos que hacen uso de técnicas de inteligencia artificial, como el machine learning, parecen avanzar en esta trayectoria. Con cada novedad tecnológica y su implantación masiva, una parte importante de la sociedad se ha quedado sin trabajo por pasar a tener habilidades profesionales no tan demandadas. ¿Podemos investigar y, a la vez, conservar empleos?
Los trabajadores son bastante optimistas respecto al empleo
Bajo la perspectiva de “los robots no pueden hacer mi trabajo”, un gran número de trabajadores se muestran optimistas. Según datos de la consultora Randstad, el 29% de los europeos ve amenazado su empleo por la automatización. Eso quiere decir que el 71% no está preocupado. En España somos más optimistas (36%) y en China más pesimistas (62%).
Da la impresión de que la velocidad a la que se implantan los desarrollos tecnológicos de la I+D+i tiene bastante que ver con el pánico a los robots, así como la capacidad de formación de la población. Según el mismo estudio, tres de cada cuatro profesionales iniciarían estudios tecnológicos si pudiesen, y los países con mayor formación tienden a estar más calmados.
En sectores específicos pero transversales, como recursos humanos, la perspectiva es optimista. En una nota de prensa de Adecco Group España (2018), el 74% de los encuestados estaba “convencido de que la inteligencia artificial no supondrá un peligro para los trabajadores”.
Según la compañía Walker Sands en su reporte de 2018 sobre marketing y tecnología, ‘Maximixing the value of martech innovations’, “el 61% de los ‘marketeros’ siente que los avances en martech (el sector de tecnología y marketing) no amenazan sus trabajos”.
El equilibrio entre formación y destrucción de empleo
La tecnología destruye empleo. La tecnología crea empleo. Ambas afirmaciones son ciertas, pero lo relevante en el análisis es la tasa neta. En el libro ‘El empleo del futuro’ (2018), del reconocido profesor de economía Manuel Alejandro Hidalgo, encontramos un capítulo con ‘Cuatro razones para el optimismo’.
Este capítulo arranca con la tasa de desempleo en el Reino Unido entre 1760 y 2017. A pesar de los ciclos de subida y bajada del trabajo, de los desplazamientos y los luditas, el desempleo siempre ha oscilado entre el 4% y el 8%, de media. Es una buena noticia.
El gran problema con la tecnología disruptiva es que su aplicación trastoca los empleos de forma rápida, no da espacio a que los trabajadores se formen en nuevas habilidades y a menudo desplaza a la clase baja.
En su libro ‘The war on normal people’ (2018), Andrew Yang también comenta cómo hacia 2017 se han cerrado miles de comercios en centros comerciales, y cientos de estos últimos, debido al comercio electrónico. Sin embargo, no se ha creado el mismo empleo tecnológico. Para ello hay que tener formación, como veremos.
Tecnología ‘para’ destruir empleo
No es ningún secreto que buena parte de la tecnología se diseña con objeto de eliminar costes, y uno de los más elevados es el propio empleado. El ejemplo ideal es la línea de caja de los supermercados, que llevan años tratando de hacer que sea el cliente el que realice las funciones de cajero.
Su bajo éxito quizá se deba a que resulta demasiado obvio que el cliente no se beneficiará del ahorro de personal del comercio. Donde sí hemos visto una rápida adopción de tecnología e inversión en I+D aplicada con rapidez ha sido en la fabricación industrial de todo tipo de objetos, como los coches.
La fábrica del Ford T de 1808 supuso un nuevo marco de referencia. Uno con mano de obra especializada que podía comprar el producto con su sueldo. Durante décadas el concepto ‘inversión’ supuso la apertura de nuevas plantas y más trabajo directo, mientras que hoy implica una mayor seguridad para cada vez menos trabajadores. Aunque hay formas de ralentizar la implantación tecnológica para dar tiempo a los trabajadores a formarse en las nuevas competencias.
Nos falta talento profesional
Hemos adelantado arriba que parte del optimismo viene de la formación. En Austria, Luxemburgo y Dinamarca encontramos a los trabajadores menos preocupados, siempre según Randstad. En China, un país caracterizado por una rápida implantación tecnológica, los que más. Los españoles quizá no debamos preocuparnos en demasía, al menos en el corto plazo.
Aunque resulte paradójico, nuestra propia incapacidad de hacer frente a las demandas de habilidades tecnológicas en las bolsas de empleo está actuando como freno a la aplicación tecnológica. Como los perfiles técnicos no se cubren, estamos retrasando nuestra capacidad para destruir empleo. Al no hacerlo, tampoco podemos aplicar con éxito tecnología disruptiva.
El 40% de las empresas tiene complicaciones a la hora de reclutar personal especializado en competencias digitales, según la consultora EY en su informe ‘Building a Better Working Europe’. Es algo que está pasando en todo el mundo, pero en España el 10% de los puestos especializados se queda sin cubrir, según Adecco 2018.
Este tipo de freno a la innovación se parece, en cierta medida, a aquel que planteaba Bill Gates a través de los impuestos para robots para dotarnos a todos de una renta mínima garantizada, que tendría como consecuencia “ralentizar artificialmente el avance hacia la automatización”. Con la salvedad de que carecer de habilidades actualizadas es una medida inconsciente y no particularmente inteligente en el largo plazo.
De cara a prepararnos para el futuro hemos de partir de la base de que toda inversión, de forma intencionada o no, destruirá trabajo al tiempo que lo creará y no estaría de más invertir en formación al tiempo que en tecnología.
En Nobbot | Los robots crearán 58 millones de nuevos empleos en 5 años…¿pero qué empleos?
Imágenes | iStock/Traimak_Ivan, iStock/gorodenkoff, iStock/pierrephoto