El tacto no es ni por asomo el sentido más desarrollado que tenemos los humanos. Somos principalmente vista y oído, aunque pocos dudan de que el tacto es uno de los sentidos que más feedback social nos da. Especialmente en la ausencia, oscura y en silencio, de los otros dos.
El tacto es importante a la hora de comunicarnos. ¿Cómo iba a dejarlo de lado la industria? Tenemos pantallas para ver y altavoces para oír. ¿Por qué no también guantes con tecnología háptica para sentir nuestras videollamadas? Y, una vez logrado esto, ¿dónde parar?
Tecnología háptica
Vamos a dar marcha atrás un par de décadas porque muchos de los lectores quizá no estén muy al tanto de los avances en háptica. O qué significa tecnología háptica.
En 1966, James J. Gibson describió la háptica como «la percepción del individuo del mundo adyacente a su cuerpo mediante el uso de su propio cuerpo» en su libro The Senses Considered as Perceptual Systems. Traducido, es cualquier percepción del tacto o del movimiento, como saber qué temperatura hace, si alguien nos está tocando o si estamos de pie.
Gibson es uno de los pioneros que se atrevieron a formular el cuerpo humano y sus habilidades como funciones, abriendo la posibilidad a lo que hoy llamamos tecnología háptica. ¿Tienes en mente los simuladores aéreos en los que el piloto se siente como si estuviese volando?
Fueron los inicios de esta tecnología, aunque hoy día está mucho más avanzada.
La respuesta háptica de pantallas y joysticks
Haz esta prueba con tu smartphone, tablet o smartwatch. En los ajustes de teclado encontrarás la opción vibrar al pulsar. Se trata de una vibración ligera (configurable en varios grados) que nos confirma que estamos tocando la pantalla.
Con los teclados de los ordenadores no se suele necesitar ese feedback porque las teclas tienen cierta resistencia al avance cuando las pulsamos. Nuestro cerebro sabe cuándo tenemos que levantar la mano porque ya hemos hundido la tecla unos dos milímetros.
Pero en los móviles esto no pasa, y mucha gente necesita algún modo de saber (vía tecnología háptica con vibración o bien mediante un sonido) que ha pulsado la tecla.
En joysticks, y aquí incluyo los mandos de las consolas, esto también ocurre. El que haya probado un juego en el que el personaje es herido, quizá haya notado cierta vibración en sus manos. La tecnología háptica es inmersiva, como lo es la pantalla o el sonido.
Del mismo modo que vemos y oímos cómo el personaje sufre, también lo percibimos en las manos. A esta señal física se le conoce como retorno háptico. Las distintas marcas de videojuegos le han puesto nombres más cañeros, como Rumble Pak o DualShock.
Podremos tocar algo lejano
Imagina que te pones unos guantes que controlan un brazo robótico, de modo que todo lo que toca el robot lo sientes en su piel a través de estos guantes. Aunque no es tecnología del futuro, sí es bastante caro como para que salga del laboratorio.
Demostración del funcionamiento de la tecnología háptica en 2005. Fuente: USC IMSC.
Hay quien puede plantear que tocar quizá no sea la mejor palabra porque lo que estamos haciendo es sentir que tocamos un objeto lejano. Tocar parece implicar una cercanía física. Por otro lado, hay que tener en cuenta que nuestras manos solo son un periférico más. Uno que envía información a través del sistema nervioso a nuestro cerebro para que podamos entender la realidad.
Pronto podremos comprar sentidos extra, y muchos de ellos nos harán percibir y sentir lugares remotos del mundo. ¿Qué diferencia hay para nuestro cerebro entre tocar y sentir que tocamos? Ninguna, para nuestro yo subjetivo. De ahí que la tecnología háptica esté tan demandada y se dedique tanto capital a investigarla.
Podremos tocar algo que “no existe”
Percibir algo que solo existe en un plano virtual es mucho más sencillo que tocar algo que esté lejos porque no necesitas leer el objeto con un sensor físico. En lugar de eso basta con recrearlo en un ordenador.
Virtuix Omni, Yost Labs, Cyberirth y otras compañías similares están haciendo lo imposible por transmitir al jugador ese tacto y esa sensación de movimiento que no es capaz de darle la pantalla con resultados más que asombrosos:
Pero no solo el sector de los videojuegos puede beneficiarse de la háptica. Guantes como Gloveone nos permite enviar señales al ordenador, algo muy útil en medicina, investigación o ingeniería. Especialmente si vienen acompañados e la señal de retorno háptico que nos hace percibir los objetos, como es el caso del Dexmo DK1:
Podremos oler con las manos
Pero esto no se queda aquí. Hay más. Si podemos implantarnos en el pecho un sensor para percibir el campo magnético de la Tierra, entonces podemos hacer magia. Es el caso del MIT, donde un equipo de ingenieros y biólogos han creado un guante que informa de la presencia de sustancias químicas allí donde tocamos.
Gracias a esta tecnología, altamente fusionable a nivel háptico mediante vibración (actualmente la señal de retorno es lumínica) podremos retirar la mano de inmediato de un objeto contaminado con alguna bacteria. Esto será especialmente útil en labores de limpieza de vertidos químicos o quirófanos.
Un cable al cerebro
Como hemos dicho, la tecnología háptica se basa en hacer vibrar o golpear nuestra piel de modo que creamos sentir que tocamos algo. Sin embargo, hay un camino más directo para conseguir lo mismo con una fidelidad muchísimo mayor.
Aunque el método no es nada fácil a nivel técnico y plantea duros debates éticos. La idea es pasar de los periféricos (manos, piel, oído, guantes, maquinaria industrial, tu propio coche…) y enviar la señal directamente al cerebro.
El problema de enviar la señal directamente al cerebro sin pasar por ningún órgano sensorial , por ejemplo desde un ordenador, es que esto pasa por un implante invasivo en el cráneo. Pero, ¿hasta qué punto podemos modificar nuestro cuerpo de manera segura?
Aunque para el grueso de los ciudadanos este tipo de implantes es un absurdo, no es así en las personas con discapacidad extrema, quienes en muchas ocasiones se encuentran desconectados del mundo por una barrera de sensores silenciosos que no responden a sus órdenes.
Esto, por supuesto, es el futuro. La tecnología háptica todavía tiene mucho desarrollo por delante. Tanto a nivel de laboratorio, para mejorar las prestaciones presentes, como de mercado para disminuir su coste. Las pantallas y altavoces hicieron su agosto durante décadas, pero el futuro es háptico.
Imágenes: iStock/SvetaZi, Haptic city, MIT Living sensors