A la universalización de la tecnología, especialmente referida a a las redes sociales, se le achacan habitualmente consecuencias negativas. Puede que la neurociencia sea capaz de darle una vuelta al razonamiento. ¿Y si una sobredosis de estímulos fuera buena para nuestra memoria?
Parece que los postulados derrotistas van ganando terreno, progresivamente, a la hora de analizar los efectos de lo digital en nuestras vidas. Aunque muchos de esos argumentos tengan lógica, hay más perspectivas para ampliar el debate. Por ejemplo, que nuestro cerebro haya pasado de ‘utilizar’ memoria ROM a memoria RAM.
¿Cómo funciona la memoria?
Antes de explicar este posible efecto beneficioso, lo ideal sería comprender cómo funciona la memoria. Explicado de una manera simple, la memoria es el patrón de actividad que representa en el cerebro imágenes, sonidos, olores, sentimientos, información o lenguaje que hemos experimentado anteriormente, reactivados luego a modo de circuito neuronal.
A nivel físico hay lugares concretos donde se procesan lenguaje, visión o movimiento, pero no ocurre así con la memoria, que se encuentra ubicada a lo largo de todo nuestro cerebro. Son lugares diferentes que se involucran en la tarea en distintas fases. Un recuerdo específico puede activar neuronas dispares, con el hipocampo como organizador de este peculiar ‘telar’.
Por ejemplo, un recuerdo concreto puede activar neuronas en el lóbulo occipital, relacionadas con el sistema visual de nuestra percepción. Los sonidos asociados a ese mismo recuerdo, sin embargo, se localizarán en otro sitio distinto: la corteza auditiva. Esta se encuentra en el lóbulo temporal, más cerca de nuestras orejas que de la parte posterior de la cabeza.
Las consecuencias negativas de la tecnología
Sería absurdo negar que el uso de la tecnología pueda ser un arma de doble filo, con sus ventajas e inconvenientes. A día de hoy las pantallas se han convertido en casi una extensión de nuestro cuerpo. Ya se han documentado extensivamente los efectos de tal adicción, siendo una de las más obvias que vivamos en un permanente estado de distracción.
Si nuestro móvil reclama nuestra atención constantemente con alertas y notificaciones de redes sociales, aplicaciones de mensajería rápida, correos electrónicos u ofertas de tiendas online, es muy complicado que seamos capaces de concentrarnos en cosas concretas. Hay quien argumenta que esto nos está convirtiendo en una sociedad, en general, cada vez más impaciente.
Obviamente para crear un recuerdo hay que estar presente, una tarea compleja si sentimos cómo nos tiran de las orejas (digitalmente) a cada minuto. Tampoco se pueden obviar los peligros que conlleva un uso intensivo de las redes sociales, como su capacidad para distorsionar los ideales de vida y belleza, que afectan especialmente a menores y adolescentes.
Las consecuencias positivas de la tecnología
No conviene quedarse solo con los planteamientos más pesimistas. Que esté al alcance de las puntas de nuestros dedos toda la información del mundo es un avance colosal para la humanidad. Y las redes sociales, a menudo objetivo de los más críticos, también permiten ampliar ideas y gustos o estar en contacto con personas de cualquier punto del planeta.
Lisa Genova, autora de novelas como ‘Siempre Alice’ y estudios como ‘Recuerda: la ciencia de la memoria y el arte de olvidar’, tiene una interesante teoría al respecto. Para la prestigiosa neurocientífica, el timeline de nuestra red social sería el equivalente actual al clásico álbum de fotos. Uno que además incluye reflexiones, citas a personas queridas y hasta geolocalización de esos momentos.
¿Qué hay de positivo en esto? Si el cerebro tiene acceso a estos recuerdos de una manera tan sencilla e inmediata, no tiene por qué gastar energías en recordar cosas inútiles. Nos podríamos olvidar de ese sentimiento tan frustrante de tener algo en la punta de la lengua. Y podría centrarse en activar nuevas asociaciones, reforzando los recuerdos en vez de esforzarse en recabar los detalles.
Sustituir memoria ROM por memoria RAM
Hay un detalle en concreto que aporta Genova en su interesante disertación para el canal Big Think que resulta muy esclarecedor. A día de hoy no es necesario devanarse los sesos para recordar el nombre de ese actor secundario que nos encanta. Podemos buscarlo en internet y, a partir de ahí, extraer más conocimientos como una crítica interesante o qué nueva película acaba de estrenar.
De hecho, la neurociencia considera como un mito urbano que exista una especie de ‘amnesia digital’ derivada de que ya no sea necesario almacenar toda la información. Y es especialmente interesante que las nuevas generaciones, nativas digitales, no den por sentado que la capacidad de memorizarlo todo sea necesariamente una ventaja.
Podríamos explicarlo con una curiosa comparación. Nuestro cerebro ha pasado de trabajar sobre memoria ROM, almacenando información en grandes cantidades, a gestionar mejor esa información que está contenida en otra parte, como cuando usamos memoria RAM. Así, hacer scroll por el ‘muro’ de nuestro Instagram podría ser como enfrentarse a un examen con los apuntes por delante.
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Imágenes | Portada: fotografía de Ian Dooley; interiores, fotografías de David Matos y Benjamin Lehman, todas en Unsplash.