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El nombre del matemático británico Alan Turing estará permanentemente ligado en los libros de historia al descifrado de los códigos de la máquina nazi «Enigma», un descubrimiento que fue trascendental para anticipar los movimientos de la flota de Adolf Hitler y que pudo adelantar en un año o más el fin de la II Guerra Mundial, salvando miles de vidas.
Inteligencia artificial, cibernética, computación… Son muchas las materias cuyo avance actual bebe directamente de los trabajos del visionario Turing. Y lo que todavía nos sorprende es que, más de medio siglo después de su muerte, aún seguimos descubriendo nuevas facetas de estudio abordadas por el atormentado científico, tan injustamente tratado al final de la contienda. Una de ellas fue su contribución a la transformación de las computadoras en instrumentos musicales, lo que le habría permitido, ya en el otoño de 1948, ser el primero en extraer algunas notas del gigantesco ingenio mecánico que se albergaba en su laboratorio. El logro de Turing fue programar su máquina para que, combinando distintos sonidos y señales, repetidos con determinadas cadencias y patrones, fueran detectados por el oído humano como notas musicales diferenciadas.
Sin embargo, no fue hasta unos años después, en 1951, que una unidad de la cadena BBC desplazada a la localidad de Manchester dejó registró en un disco de acetato -no confundir con uno de vinilo- de tres melodías interpretadas por la primitiva computadora de Turing. Tras la desaparición de aquel inmenso ordenador, este disco de una cara y tan sólo 12 pulgadas, se convirtió en la única prueba física de aquella histórica sesión sonora.
RECUPERANDO EL SONIDO ORIGINAL de la computadora DE TURING
El problema que se plantea a los actuales archiveros musicales con estos antiguos soportes, que no siempre aguantan bien el paso del tiempo, es saber cómo era su sonido original. Y esto es lo que ocurrió con esta histórica grabación, que sólo daba una idea aproximada sobre cómo se escuchó aquella computadora en la realidad. Sin embargo, las modernas técnicas digitales y un poco de investigación han hecho posible que, 65 años después, podamos volver a recuperar aquella sesión tal y como fue grabada.
Los artífices de esta restauración han sido el profesor de Arte de la Universidad de Canterbury (Nueva Zelanda) Jack Copeland, autor de la obra «Turing, pionero de la Era de la Información», y su alumno y compositor Jason Long, especializado en robótica musical.
«Además de aumentar la velocidad – y así alterar las frecuencias – también filtramos los ruidos extraños de la grabación; y con el uso de un software corrector eliminamos los efectos problemáticos de la oscilación en la velocidad de la grabación. Fue un momento hermoso cuando escuchamos por primera vez el verdadero sonido de la computadora de Turing«, explican emocionados Copeland y Long.
UN HIMNO, UNA NANA Y UN POCO DE SWING
El esfuerzo de los dos expertos neozelandeses ha logrado devolvernos el sonido original de los tres temas grabados en 1951: el himno nacional británico, la canción de cuna «Baa Baa Blacksheep» y el tema de Glenn Miller «In the Mood».
En esta pista podemos escuchar la restauración de aquella grabación, empezando por el famoso himno «God save the Queen» en la forma en la que aquel primer ordenador lo interpretó. Ciertamente no es una música muy armónica o agradable, aunque las melodías son fácilmente reconocibles.
En todo caso, el objetivo inicial de Turing no era que su máquina interpretara esta o aquella pieza musical. Lo más que pretendía el genio londinense era que la computadora generara ciertas notas, aunque de forma más bien inconexa. Fue la ayuda inestimable de otro futuro talento de la programación, el profesor de escuela y pianista Christopher Strachey, la que hizo que, en tan sólo una noche, aquellos sonidos, ordenados convenientemente gracias al «Manual de programación del ordenador electrónico de Manchester Mark II», cobraran vida en el más famoso de los himnos nacionales. «Un buen espectáculo», dijo el lacónico Alan Turing después de escuchar lo conseguido por Strachey.
Y un tiempo más tarde, aquel mismo año 1951, la BBC grabó por fin aquellas tres canciones que hoy podemos, digamos que «disfrutar», en su sonido original. Un pequeño tributo a aquel genio de la matemática, nunca reconocido en vida pero que tanto influye en las nuestras.