Israel ya ha empezado y Estados Unidos lo hará el 20 de septiembre. Parece que toca tercera dosis de la vacuna contra la COVID-19. Mientras tanto, la salida de la pandemia sigue sin estar clara.
Cada día se ponen en el mundo casi 32 millones de dosis de alguna de las vacunas desarrolladas en tiempo récord para frenar la pandemia. De hecho, algo más del 40 % de la población mundial ha recibido al menos una desde que las primeras vacunas llegaron a finales de 2020. Son datos para sacar ‘pecho’. A no ser que miremos a los países en vías de desarrollo, claro. Allí, solo un 1,9 % de la población tiene al menos un pinchazo.
Los datos recopilados por la Universidad de Oxford (Reino unido) dibujan el mapa de la desigualdad. Mientras en los Emiratos Árabes Unidos cerca del 90 % de la población está inmunizada, en Haití ha sido vacunado un 0,27 % de sus habitantes. En el grupo de cabeza están todos los países de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y China. De las naciones del Grupo de los 20 (G20), tan solo la India parece rezagada en su estrategia de vacunación (un 38 % de su población ha recibido al menos una dosis).
Las economías más fuertes del planeta han inmunizado a sus habitantes con rapidez. Y ahora piensan ya en reforzar esa protección con una tercera dosis. Sin embargo, son muchos científicos los que ponen en duda la eficacia de esta medida. Y muchos más los que subrayan una verdad ‘tozuda’: la pandemia no se acabará hasta que la mayor parte de la población del mundo esté protegida. ¿Qué tiene que ver todo esto con el cambio climático?
Una solución global
Cada cierto tiempo, una nueva variante de la COVID-19 salta a los titulares. En un comienzo fueron la inglesa, la brasileña y la india, haciendo alusión al país en el que se detectaron por primera vez, aunque no se refiere al lugar en que surgieron. Ahora, el nombre oficial sigue el alfabeto griego y hablamos de las variantes beta, delta y mu.
¿Qué tienen en común todas estas nuevas variantes? Que surgen en contextos de alta transmisibilidad. Dado que las mutaciones pueden producirse cada vez que el virus se reproduce en el interior de un huésped (todos nosotros), cuantos más infectados haya, más probabilidades habrá de que surjan nuevas mutaciones. Estas se acumulan por selección natural hasta dar forma a una variante novedosa.
Es decir, mientras siga habiendo territorios sin inmunizar donde los contagios crezcan de forma descontrolada, seguirán existiendo muchas probabilidades de que surjan nuevas variantes. Y quizá alguna de ellas sea más trasmisible o tenga efectos más graves, lo que nos devolvería a todos a la casilla de salida. De hecho, organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (CEPCE) ya han subrayado que no existe evidencia sólida sobre la efectividad de las terceras dosis y que es mucho más urgente inmunizar al resto de la población.
La solución al cambio climático, como la de la pandemia, es global. Sin embargo, la mayoría de países sigue luchando la ‘guerra’ por su cuenta. De acuerdo con Climate Action Tracker, solo hay dos naciones en el mundo que han tomado medidas serias para frenar el cambio climático. Son Marruecos y Gambia. Algunos de los países desarrollados cuentan con planes poco ambiciosos y las grandes economías como China y Estados Unidos no parecen haberse tomado la amenaza en serio. Casi todas las naciones lucen temerosas de dar un paso serio al frente, asumir el liderazgo y arriesgarse a perder los privilegios mantenidos hasta ahora.
Escuchar a la ciencia
Desde hace año y medio, decenas de miles de investigadores trabajan a destajo en todo el planeta en busca de respuestas para la pandemia. Sin embargo, cuando llega la hora de escuchar lo que tienen que decir, los gobiernos no siempre les hacen caso. La posibilidad de aplicar terceras dosis es paradigmático, tal como recoge este artículo de ‘Nature’.
Aunque es cierto que un pinchazo extra aumenta los anticuerpos, no está nada claro que mejore lo suficiente la protección a largo plazo de la que se encargan los linfocitos T y B. Estas células recuerdan todas las enfermedades pasadas y pueden producir nuevos anticuerpos si fuese necesario. Además, tampoco es seguro que la eficacia de las vacunas disminuya con el tiempo (al menos, no por ahora). Si bien la susceptibilidad de ser contagiado parece aumentar algo al cabo de unos meses, la protección frente a la enfermedad grave se mantiene altísima.
“Hay que escuchar la voz de la ciencia”. Esta frase, que lanzó al estrellato a Greta Thunberg, bien podría ser utilizada en el contexto de la pandemia. En este caso, la activista se refería al que quizá es el mayor desafío al que nos enfrentamos como especie: el cambio climático. También aquí, la ciencia lleva más de 30 años lanzando datos contundentes y marcando el camino a seguir. Sabemos qué hay que hacer. Sin embargo, también aquí, pocos parecen dispuestos a escuchar.
¿Quién sufre las consecuencias?
El cambio climático puede ser un desafío global, pero sus consecuencias son locales, concretas. Pueden medirse en daños económicos, problemas de salud y pérdida de vidas humanas. En huracanes más fuertes, incendios más explosivos y sequías más prolongadas.
Tomemos por ejemplo el caso de África. Este año, la temporada de lluvias ha empezado en la franja del Sahel, en el límite sur del Sáhara, con lluvias tan torrenciales que han inundado ciudades como Dakar (Senegal) y han causado un gran brote de cólera en Níger. Allí, la frecuencia de las tormentas y su intensidad no ha hecho más que aumentar en las últimas décadas. Mientras tanto, en el este del continente se preparan para una sequía en 2022, ya que, por ahora, apenas ha llovido.
El cambio climático tiene efectos presentes y en los próximos años pondrá a prueba la resistencia de todos los países del mundo. La presión sobre los sistemas agrícolas, la dificultad de gestionar el acceso a agua potable, los riesgos de disrupción de la red de energía y el impacto directo de eventos climáticos extremos son algunas de las consecuencias con las que todos debemos lidiar.
“Los países pobres, que son los que menos han contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero, sufrirán los peores impactos del cambio climático y tendrán menor capacidad de adaptación”, señalan desde el World Resource Institute. Al fin y al cabo, la adaptación al cambio climático y la mitigación de sus consecuencias, como el acceso a las vacunas, es una cuestión de dinero.
Por último, y por rizar algo más el rizo, las vacunas y la pandemia también conectan con la toma de decisiones y los debates climáticos. La próxima cumbre del clima, la COP 26, se celebrará en Glasgow en el mes de noviembre. Para entrar en Reino Unido sin tener que pagar costosas cuarentenas es necesario estar vacunado. Mientras los delegados de algunos territorios puede que lleguen al evento con su tercera dosis en el brazo, los de la mayoría de países en vías de desarrollo temen quedarse fuera de las mesas de negociación por no estar inmunizados. La vacuna contra el cambio climático todavía parece lejana.
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Imágenes | Unsplash/NASA, Steven Cornfield, Diane Serik, Lucy Chian