¿Deberían las personas ser libres para mejorar sus cuerpos con tecnología de aumento? En marzo de 2021, Kaspersky publicó el resultado de una encuesta sobre ‘¿Qué piensan los europeos sobre un mundo aumentado?’. Sus conclusiones son interesantes: «emoción», «incomprensión», «apoyo» y «miedo» son algunas de las palabras destacadas en la publicación.
Hasta la fecha, el transhumanismo consiste en modificaciones leves, a menudo temporales, como la instalación de chips subcutáneos, tatuajes y prótesis. Pero la tecnología avanza rápido y dentro de poco es probable que la gente disponga de cierta capacidad para mejorarse. La pregunta es: ¿existe ya como derecho? ¿Se tiene que pedir permiso a la sociedad para modificar el cuerpo de uno?
¿En qué consiste un humano aumentado?
El término ‘humano aumentado’ (augmented human) ha sido muy usado en la literatura de ciencia ficción. En ella, se trata de una persona que se instala tecnología para aumentar sus capacidades biológicas. En el cine occidental estas capacidades suelen tener que ver con el combate o la guerra, algo muy alejado de una realidad con en la que, de momento, esta tecnología está dedicada a recuperar capacidades biológicas perdidas y poco más.
Dicho esto, hace años que flota en el aire la pregunta de si los humanos se ‘tunearían’ tecnológicamente para rendir más, una respuesta capitalista del valor humano no muy diferente de la darwinista capacidad de adaptación de las especies, pero con un impulso mecánico. ¿No se adaptan ya otros organismos? ¿Qué tiene que decir el resto de la sociedad de lo que se hace en mi cuerpo?
Por norma general, el actual aumento de capacidades viene derivado de la instalación de hardware, pero lo cierto es que la neurociencia también trabaja en mejoras de software. De hecho, la educación actual puede entenderse como una forma de añadir capacidades que no estaban ahí en la naturaleza, como el álgebra. La educación consiste en actualizar humanos.
Curiosamente, fue una película de ciencia ficción, ‘Matrix’ (1999), la que combinó hardware cerebral y la aumentación por software de las capacidades mentales, cargando en el cerebro de las personas nuevos conocimientos de forma rápida. Quizá en el futuro todos puedan aprender kung fu. De momento, simplemente se plantea la pregunta de si la humanidad aceptaría o no una tecnología así. Y los españoles sí lo harían.
¿Hay libertad para mejorar el cuerpo con tecnología?
La cuestión de la libertad y el derecho a hacer algo es un tema recurrente en democracia. El tiempo tiende a ampliar libertades individuales cuando estas no restan a las colectivas. Así se han ganado muchos derechos individuales como la libertad de expresión, la libertad para amar sin condiciones y la libertad para ser quienes nos sentimos. Con el actual desarrollo tecnológico, es legítima la siguiente pregunta: ¿entra el transhumanismo dentro de esta última categoría?.
Según la encuesta de Kaspersky, el 51% de los españoles está a favor del “aumento voluntario” de capacidades mediante tecnología. Es decir, un aumento de capacidades que no deriva de algún problema médico, como la colocación de un marcapasos, o de algún otro impedimento, como la falta de un miembro y la implantación de uno prostético que lo sustituya.
El país más abierto al respecto no es España, sino Portugal. El 56% de los portugueses votarían a favor de contar con esta libertad. Al otro lado se encuentra Reino Unido, país en el que solo el 36% de las personas estaría de acuerdo con la que las personas hagan lo que quieran con su cuerpo, y Francia, con un apoyo que apenas llega a uno de cada cinco (19%).
Respecto a la media europea, destaca que solo “tres de cada diez europeos (el 29,5%) apoyarían a un miembro de la familia que decidiera superarse” mediante tecnología. Si hoy se votase a nivel europeo la posibilidad de dejar que la gente se convierta en ciborg de forma voluntaria, ganaría el no. Quizá se deba a que se trata de un tema aún demasiado novedoso o al miedo que suscita toda tecnología.
¿De qué tiene miedo la gente que votaría no al transhumanismo?
Uno de los miedos más probables es el quedar rezagado a nivel laboral, ser desplazado por una ‘versión mejorada’ del trabajador, algo que. por cierto. ya ocurre con la educación convencional.
Aquellas personas que tienen la posibilidad de acceder a una educación más larga y avanzada son también las que mayores posibilidades de encontrar empleos confortables, estables y bien pagados. De hecho, existe toda una generación de baja formación (entiéndase, para los estándares actuales) que ha visto cómo jóvenes mucho más formados que ellos saltaban por encima de sus posiciones intermedias para convertirse en sus jefes.
¿Podría pasar algo así con el transhumanismo? En un universo laboral basado en el valor individual, es probable. Quizá por eso Kaspersky encuentra que el 12% de los europeos se opondrían a trabajar con una persona aumentada, al considerarla “una ventaja injusta en el lugar de trabajo”. Si el trabajador del puesto de al lado tiene incorporada tecnología que aumenta su producción, la tuya será baja si no la adoptas también.
No cabe duda de que la tecnología plantea algunos retos importantes en materia de igualdad. Si solo una parte de la sociedad es capaz de acceder al transhumanismo de ampliación, entonces aparecerá un nuevo problema de desigualdad social y una nueva lucha de clases. ¿Deberían las personas ser libres para mejorar sus cuerpos con tecnología de aumento?
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