Hemos hablado sobre la soberanía energética, y de cómo todo ciudadano puede gestionar la producción de energía que consume. Lo mismo ocurre en materia de alimentación. Así, la soberanía alimentaria es el derecho de toda persona a disponer de una alimentación saludable y de bajo impacto ambiental de su elección.
Sin embargo, hemos de reconocer que elegir nuestra comida es cada día más complicado. Localizar su origen, saber qué tóxicos le han sido agregados o conocer su impacto ambiental resulta imposible para el ciudadano de a pie. Las etiquetas, que deberían ayudarnos a encontrar esa información, tienden a confundirnos. Por eso es necesario un nuevo método de trazabilidad.
La comida catalogada como ecológica es sana, pero no tiene por qué ser sostenible
Una pregunta conflictiva y polémica: ¿Qué es más eco, comprar productos saludables del extranjero o cultivar productos menos saludables a nivel local? Pongamos un ejemplo en el que compramos frutos secos de China.
Sabemos con seguridad que han sido cultivados de la manera tradicional, sin pesticidas, herbicidas o fungicidas de ningún tipo, respetando al máximo el medio ambiente. Claro, que también sabemos que han recorrido 14.600 km por el Paso del Noroeste del Ártico o 21.600 km a través del Canal de Suez en un carguero. Además, vienen envueltos en plástico. ¿Son ecológicos porque aparecen en la sección eco del supermercado?
Pueden ser sanos, pero no son nada ecológicos en el sentido medioambiental o de sostenibilidad. Algo que cada día preocupa a más consumidores, que encuentran productos ecológicos sin etiquetas sobre su impacto. Si tenemos dudas, siempre podemos filtrar por la etiqueta de la comida orgánica de la UE.
¿Cómo sabemos que la comida marcada como saludable es sana?
Que una hortaliza esté en la sección Bio, Salud, Eco (o como quiera que se llamen ahora estas secciones nuevas del supermercado), no es suficiente para determinar el grado de saludabilidad del alimento. Y nuestros ojos no son escáneres de posibles químicos o tratamientos industriales (de momento). Necesitamos información adicional objetiva que aporte fiabilidad.
En el caso de la mencionada etiqueta de comida orgánica de la UE (hay otras etiquetas a nivel nacional y local), sus criterios de evaluación son transparentes y con una enorme cantidad de agentes involucrados. Científicos, la industria, expertos en varios sectores y organizaciones no gubernamentales e imparciales forman un abanico de confianza a la hora de sellar estos alimentos.
Sus criterios han sido diseñados para que ningún alimento insalubre pase sus filtros. Aun así, los errores ocurren y algún alimento se cuela, por lo que hace falta una nueva tecnología.
La trazabilidad de la comida sana, el próximo reto
Con la multiplicación y crecimiento del uso de insumos en los cultivos, es necesario que la trazabilidad de la comida sana se realice con un mayor rigor que el actual.
Un insumo (inputs) es todo aquello que se requiere en el cultivo para lograr el crecimiento de una planta. Desde la tierra a las semillas, pero también nutrientes artificiales y naturales, minerales, químicos antiplagas, herbicidas, compost…
No todos los insumos juegan en contra de nuestra salud o la salud del planeta. Al igual que las cáscaras de naranja pueden usarse para limpiar parte de los metales pesados de las aguas contaminadas, otros residuos naturales e incluso artificiales pueden usarse como insumos que aporten calidad a la comida.
Pero el uso masivo de insumos y su creciente variedad juegan en contra de su detección. Por eso la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, a través del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de Andalucía, están trabajando en controlar la trazabilidad de estos insumos y de los alimentos ecológicos a través de isótopos estables de nitrógeno.
Es la llamada firma isotópica de los productos hortícolas, un método para marcar los alimentos con el fin de diferenciar los productos obtenidos con técnicas poco saludables e insostenibles de los alimentos ecológicos. Entendidos estos como saludables, que no como sostenibles.
El estudio de esta trazabilidad parte de que el nitrógeno 15 (15N), un isótopo estable, aparece en una mayor concentración en los fertilizantes (insumos) permitidos en la producción ecológica, y por tanto en los productos alimenticios que se derivan de ellos. Los productos de síntesis que quedan fuera del cultivo orgánico dejan otro tipo de marca isotópica (14N), por lo que este método facilitaría mucho la detección de posibles contaminantes.
En la actualidad se deben efectuar un enorme número de pruebas para detectar un gran número de componentes en los alimentos, pero con este sistema de trazabilidad basado en la diferencia de los isótopos del nitrógeno 14N/15N se aligeran las pruebas. Y eso significa que conseguir las etiquetas de calidad será más asequible para los productores de comida ecológica que sigan la normativa.
Poco se sabe sobre cómo será la alimentación del futuro. Por ahí se oye hablar de insectos, algas y biotecnología. Lo que sí parece claro es que cada vez estamos más concienciados con nuestra salud y el cuidado medioambiental. Y que es probable que, sea como sean los cultivos, estos serán saludables y sostenibles.
La trazabilidad por nitrógeno 15 es tan solo uno de los métodos que usaremos para alcanzar la soberanía alimentaria. En el horizonte hay otros métodos, como los cultivos hidropónicos bajo el mar o los cultivos verticales altamente optimizados para minimizar todo impacto.
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