La COVID-19 es una prueba de resistencia mental, un maratón improvisado del cual no podemos escapar, uno de los mayores experimentos naturales a nivel mundial y una prueba de resistencia mental para el viaje generacional a otras estrellas. Durante semanas o meses, millones de personas estamos obligadas a vivir en un espacio ‘reducido’. Pero, ¿te imaginas pasar toda tu vida en unas cuantas habitaciones? En esto consistiría una nave generacional.
El cilindro O’Neil (abajo) es la forma más cómoda de recorrer el espacio saltando entre estrellas. El giro de esta lata en rotación genera gravedad en su interior. ¿La mala noticia? No existe dinero en el planeta para construir una. Si queremos viajar a las estrellas, lo haremos en algo más parecido a submarinos y espacios confinados que en estaciones espaciales con horizonte.
Cuando nos toca vivir sin horizonte
La ciencia ficción muestra naves gigantescas con pasillos holgados por los que pasear e incluso correr. Incluso enseña cilindros O’Neil como el de arriba, en el que vemos hasta bosques y se han imaginado montañas enteras. Pero la experiencia con la Estación Espacial Internacional ha demostrado la dificultad de conseguir espacio para astronautas.
Unos 400 kilómetros más abajo, la sociedad civil está experimentando por vez primera una sensación generalizada de claustrofobia. Para ayudar, se pide a la población que genere rutinas, busque quehaceres, realice ejercicio, minimice el tiempo de pantalla y pase tiempo observando al exterior. Pero no todos somos Scott Kelly ni tenemos formación de astronauta.
Vaile Wright, psicóloga y directora de Investigación Clínica y Calidad de la Asociación Americana de Psicología, comentó para la CNN que “la claustrofobia por cuarentena (cabin fever) no es como un trastorno psicológico, por lo que no diría que hay algún tipo de definición oficial”.
Esto significa que tampoco hay forma de tratarla más allá de consejos clásicos de autodisciplina. Pero hay hechos que sí pueden ayudarnos, como que todos estamos pasando por esto juntos; o que en el pasado hubo quien lo pasó aún peor en situaciones muchísimo más complicadas que la nuestra.
¿Cuánto podríamos vivir en un pequeño espacio?
Vivimos en un mundo maravillosamente hiperconectado en el que es fácil encontrar todo tipo de información. Por eso, cuando uno busca por personas que han vivido durante años en entornos aislados, aparece una lista relativamente larga de personas famosas como Ana Frank, Valeri Poliakov y Scott Kelly.
Ana Frank quizá sea la figura más conocida debido a su diario. A sus trece años ella, su familia, la familia Van Pels y el dentista Fritz Pfeffer vivieron encerrados en un pequeño espacio oculto tras una estantería del 9 de julio de 1942 al 4 de agosto de 1944. Más de dos años y medio. De esta experiencia destacan muchos eventos, pero en el caso que nos ocupa quizá los más destacables sean los pequeños conflictos domésticos surgidos del aislamiento en conjunto.
Por contra, Valeri Poliakov, desconocido para muchos, es actualmente la persona que más tiempo ha pasado en el espacio de una sola vez. Entre 1994 y 1995 pasó 14 meses seguidos en la MIR, antigua estación espacial rusa. Antes de esta experiencia había pasado otros 240 días. El mencionado Scott Kelly, otro astronauta que pasó más de un año en el espacio, recomienda mantenerse ocupado.
También encontramos casos extrañisimos, como aquel en que una familia de Drenthe (Holanda) pasó nueve años encerrada en su sótano esperando al fin del mundo. Lo curioso es que, pese a vivir en condiciones poco menos que complicadas, los menores están bien. Sobrevivieron. Lograron superar la claustrofobia, cada uno según sus circunstancias.
No todo es psicología; el cuerpo también se resiente
Los humanos somos máquinas complejas que se benefician de un mantenimiento basado en el movimiento. Caminar nos hace bien, activando muchos más subsistemas de los que habitualmente tenemos en cuenta, como el de la quema de grasa.
Pero incluso con nuestra resiliencia como organismo, somos una máquina muy fácil de averiar. La NASA ya ha organizado dos ediciones de su experimento ‘Estudio de Reposo en Cama por Gravedad Artificial’, que viene a ser pagar a voluntarios para que estén meses sin levantarse.
Los efectos del viaje espacial en el cuerpo humano están muy bien documentados, con foco en la microgravedad. La idea de tumbar a gente en una cama es recrear estas condiciones de ingravidez que dan lugar a pérdida de masa ósea y muscular. Para nuestra generación, al menos, e la COVID-19 no nos impide hacer ejercicio en casa.
La buena noticia, para los viajes generacionales que atraparán a humanos durante generaciones, es que hay alternativas. Por ejemplo, el diseño de nave O’Neill que vimos en ‘2001: Odisea en el espacio’. La mala, que mirar a distancias cortas sigue afectando a la vista.
En Seúl el 96,5% de los varones de 19 años ya son miopes, y la cifra sigue subiendo. La evidencia científica ha demostrado que el causante no es, como se pensó, las horas de estudio de los coreanos. Tampoco las pantallas. Aunque todo guarda relación.
Lo que ocurre es, simplemente, que los jóvenes salen menos a la calle, se exponen menos a espacios abiertos y los ojos se adaptan a mirar de cerca. El resultado de mirar a menos de pocos metros durante todo el día es la miopía y otros problemas de vista. De ahí que los oftalmólogos recomienden echar un vistazo de unos minutos por una ventana unas cuantas veces al día (regla 20-20-20): cada 20 minutos mirar a 20 pies (6 metros) durante 20 segundos.
¿Cómo sobrevivir al tedio en un viaje generacional?
Durante las últimas semanas, el número de artículos orientados a ayudar a los refugiados domésticos ha crecido de forma exponencial. De ayudar a teletrabajar con las herramientas imprescindibles a planes de ocio educacional sin salir de casa. Esto va a durar semanas, y el primer día (domingo) ya estábamos aburridos. ¿Qué pasa si no superamos la prueba?
Resulta fascinante, pero las autoridades han tenido que poner decenas de miles de multas a españoles poco cívicos que realizaban todo tipo de actividades absolutamente prescindibles, tales como salir a montar en ‘bici’, irse de vacaciones, cazar pokémons e incluso pasear una cabra como mascota para saltarse el confinamiento. Es evidente que muchos ya han fallado la prueba.
Pero un viaje generacional plantea un reto mucho más duro del que vivimos hoy día. ‘Salir’ fuera tiene una elevada probabilidad de muerte por radiación, presión, temperatura y todo tipo de accidentes. Pero si estamos encerrados en casa es por un motivo: salir al exterior no está exento de peligro. Podríamos contagiarnos, contagiar a otros o saturar los servicios de emergencia.
El 15 de marzo los españoles iniciamos un viaje al futuro. Cerramos la puerta de nuestras viviendas y convertimos nuestro dormitorio en un camarote improvisado. Transformamos nuestra casa en una nave que nos transportará a un momento en que volveremos a disfrutar de los paseos y el Sol. Casi a una nueva estrella. Al menos sabremos que será cuestión de meses.
En Nobbot | Cómo gestionar el uso abusivo de las pantallas durante el confinamiento
Imágenes | iStock/SergeyNivens, iStock/bestdesigns, NASA, 2001. Odisea en el espacio, bruce mars