Durante los últimos años hemos visto cómo la tecnología se ha colado de lleno en el ámbito de la medicina y la salud; un contexto en el que tienen cabida desde wearables que monitorizan el sueño, hasta chips pensados para curar enfermedades desde el interior de nuestro cuerpo. Sin embargo y más allá de estas innovaciones, existen algunas cuestiones que han quedado relegadas a un segundo plano.
Nos estamos refiriendo a aquellos sistemas que permiten mejorar la vida de aquellas personas ingresadas, con necesidades especiales y, en definitiva, en situaciones de dependencia. Un asunto sobre el que hemos decidido preguntar a Vicente Collado, CEO de ISECO, una compañía valenciana pionera en la implantación de este tipo de tecnologías en residencias y centros hospitalarios.
-¿Cómo puede ayudar la tecnología a las personas mayores? ¿Y en el ámbito sanitario y del ahorro?
Yo como soy ingeniero en el ahorro pienso poco; me centro en cómo lograr que la gente, cuando llega a cierta edad o cuenta con una limitación en algún sentido físico o sensorial, pueda hacer lo que hacía hasta ese momento gracias a la tecnología. Por ejemplo: para aquellas personas mayores que cuentan con dificultades para desplazarse, pueden beneficiarse de sistemas que permiten controlar cuándo andan, si lo hacen correctamente, y que lanzan un aviso cuando detectan que se han caído.
Otro caso muy claro es que, hace unos años, en España «se puso de moda» atar a la gente a la cama —con unas cuerdas u otros sistemas de sujeción— para evitar que se cayeran durante la noche. Pero esto, además de ser indigno, no solo evitaba que los pacientes acabasen en el suelo sino que tuviesen la posibilidad de levantarse. La tecnología permite desatar a esas personas y también monitorizar cuándo se incorporan para ayudarles a hacer la vida como la hacían antes, pero con seguridad.
«La tecnología permite desatar a esos pacientes que anteriormente se sujetaba a la cama durante la noche, y dignificarles»
También les deja quedarse en su casa durante más tiempo, en lugar de en residencias. Los sistemas de control para detectar si han cambiado sus rutinas (si se han despertado mucho durante la noche, han acudido a la nevera varias veces, si se han quedado parados en un banco, han cogido el autobús para salir de su zona de confort —y otras alteraciones que pueden ser indicativas de una enfermedad—), son fundamentales a la hora de conseguirlo. Incluso podemos cuidarlos sin que ellos lo sepan.
Además, los pacientes que anteriormente se veían obligados a acudir al hospital a que les tomaran la tensión, les midieran la glucosa o les pesasen, también pueden hacerlo ahora desde casa. Porque hay alguien al otro lado que les está observando y que se encargará de detectar las posibles anomalías. Además, estos sistemas están diseñados para lanzar alertas cuando observan parámetros que se salen de lo común.
– ¿Cuál es la situación actual de este tipo de tecnologías?
La verdad es que, aunque está muy demostrado que mantener a la gente en su casa resulta más económico para los gobiernos e instituciones, debido a la crisis, se ha desacelerado este tipo de inversiones en los hogares en centros hospitalarios. Las empresas privadas lo hacen por su cuenta, pero en la mayoría de casos carecen de esa gran capacidad de las entidades públicas para implantar estas tecnologías y para invertir en ellas.
Sin embargo, hay que ser realistas: la tecnología tradicional ya no da para más. Deben ser ellos los que impulsen estas inversiones, para que estos sistemas lleguen y ayuden a los ciudadanos y mejoren su calidad de vida.
«Aunque está demostrado que mantener a la gente en sus casas es más económico, se han desacelerado este tipo de inversiones»
– ¿Cuáles son vuestros servicios más demandados?
Nosotros trabajamos mucho en residencias y, por suerte, desde hace un par de años en adelante, estas mismas empresas tienden a servicios a domicilio, donde sus clientes se sienten más seguros. Así, nuestros servicios más demandados son los que permiten a estos centros mejorar la calidad asistencial de sus residentes —sistemas de avisos, de movimiento, de alertas—, pero también de monitorización, tanto en este ámbito como en el del hogar.
Los productos para detectar caídas de la cama son otros de los que mayor demanda tienen. Y aquí destacan dos dispositivos. Uno es el diseñado por la española Tarkett, un pavimento con servicios de alertas e información en tiempo real para personal sanitario. El otro pertenece a la alemana NevisQ, y creo que ambas son el futuro de España.
«Los productos para detectar caídas de la cama son unos de los que mayor demanda tienen»
– ¿Con qué dificultades os encontráis?
Lo cierto es que las dificultades tras veinte años de negocio siguen siendo las mismas que al principio, y tienen que ver con la legislación al respecto. Seguimos siendo muy lentos a la hora de regular los sistemas que debería tener una residencia. La tecnología va muy por delante.
Por poner un ejemplo: cuando llega un inspector de residencia, lo único que mira es que el tirador cumpla con la normativa y que al pulsar la alarma suene (por generalizar). Nadie se preocupa de si es útil o no lo es. Porque si un abuelito durante la noche se levanta y se cae, debe arrastrase para alcanzarlo; y esto se solucionaría fácilmente con un sistema apropiado.
– ¿Existen reticencias directas hacia la tecnología y los dispositivos?
En España somos un país donde los profesionales están muy formados en sus materias concretas y en tecnología, muy “creyente” de la tecnología. Quien no cree es el señor que tiene alzhéimer y que, cuando le pones algo encima, se lo quiere quitar.
Nuestra experiencia aquí es muy positiva, los expertos la asumen como herramienta propia de mejora. Además entienden rápidamente cómo funciona, cómo utilizarla, y las bondades que tiene para sus trabajos. Sin embargo, fuera de España, especialmente en Inglaterra, nos hemos dado cuenta de que esa mente abierta no es igual. No lo entienden, lo consideran como una especie de Gran Hermano; está como mal vista.
«En España tenemos profesionales muy bien formados, tanto en sus áreas de especialización como en tecnología»
– ¿Qué limitaciones tiene la tecnología en este ámbito?
Creo que las limitaciones existen pero solo en la medida en la que somos incapaces de pensar en nuevas aplicaciones. La tecnología no es un problema, sino que depende de la imaginación que tengamos para darle un uso práctico. De hecho, creo que está muy por delante de lo que a nosotros se nos ocurre hacer.
Hay muchas cosas que están ahí para utilizarlas y que no acabamos de saber explotar. Por fortuna, ahora se está produciendo un boom de startups en este sector, que tienen ideas magníficas a la hora de encontrar esos nuevos usos. A veces también tenemos que pararnos a pensar, qué sistemas de otros sectores podríamos aplicar al ámbito sanitario. El límite está en nuestras cabezas.
«Las limitaciones existen solo en la medida en la que somos incapaces de pensar en nuevas aplicaciones»
Para que te hagas una idea: nosotros hemos puesto en marcha algo muy sencillo y que consiste en coger los sistemas de intrusión de video vigilancia de las casas, llevarlo a las residencias para dignificar a los mayores. Estos sensores de movimiento, ubicados al pie de la cama, nos dejan saber cuándo el abuelito pone el pie fuera de la cama, y lanzar una alarma al profesional para que acuda a ayudarle en caso de ser necesario, le encienda la luz, empuje la puerta o lo que haga falta.
– ¿En qué estáis trabajando actualmente?
Estamos trabajando con un sistema de monitorización acústica (AMS) de la multinacional CLB, que permite a las residencias escuchar a través de una serie de micrófonos desplegados en las habitaciones y asociados a un software capaz de interpretar las señales que le llegan. El residente no tiene ningún tipo de dispositivo encima, con lo que se dignifica bastante su sueño, pero estamos escuchando. No ponemos cámaras, hay intimidad, pero si ocurre algo durante la noche nos enteramos.
Además, esto es muy cómodo porque la persona no tiene que buscar “una pera” y pulsarla para avisar, sino que le basta con hablar para decir lo que le ocurre. Incluso sirve para detectar patrones de comportamiento extraños. Por ejemplo, alguien que empieza a roncar de repente una noche, o que se mueve mucho en la cama, puede ser un síntoma de que algo va mal. Esto permite que, sin ningún tipo de intrusión, estemos cuidando al paciente.
– ¿Existe algún desencadenante personal que te llevase a crear la empresa?
Aunque digamos que esto me llegó por casualidad, lo cierto es que toda mi vida he estado concienciado e interesado por las personas más fáciles: los niños y los ancianos. Han sido siempre parte de ella; siempre me ha gustado el voluntariado. Y cuando monté la empresa estaba uniendo este interés por ellos y este afán por ayudarles con mi profesión. Y cuando empecé los proyectos me dio muchísima alegría poder ayudarles.
– ¿De qué proyecto te sientes más orgulloso?
Para mi uno de los proyectos más bonitos fue el primero. Lo llevamos a cabo en una residencia de Tavernes de la Valldigna, un pueblecito al lado de Valencia. Hace ya veinte años, y me siento orgulloso porque utilizamos una tecnología que en España todavía no existía. Para que te hagas una idea, estamos hablando de sistemas de llamada que, antes, se basaban en apretar un botón para que se encendiera una luz en un lugar determinado.
Nosotros lo que conseguimos es que la alarma le llegara la persona que podía tratar esa emergencia de forma rápida, y no al revés. Es decir, hasta el momento, la luz se encendía en un sitio y, quien pasaba por allí, la veía. Nosotros lo que hicimos fue integrarlo con otros sistemas, conectándolo a una central telefónica para lanzar el aviso al profesional más apropiado en el momento del día.
Hacíamos la llamada, por ejemplo, al teléfono inalámbrico que llevaba la enfermera de turno. Posteriormente se hizo con móviles. De esa manera, era la notificación la que buscaba al individuo, y no al contrario.
«Hace ya veinte años, y me siento orgulloso porque utilizamos una tecnología que en España todavía no existía»
– ¿Este trabajo tiene alguna parte negativa?
Todo esto es muy bonito, y me encanta, pero tiene momentos muy malos también. A veces ves cosas realmente duras; en nuestro negocio nadie se va a la competencia, se van al cielo. Y aunque las residencias ya no son asilos, hay veces que la gente mayor está aparcada, porque no puede moverse ni hablar. Y cuando vas a una a hacer un proyecto te gritan, no saben quién eres, y te enfrentas a situaciones un poco complicadas.
La gente que trabaja en hospitales y en estos sitios es gente que tiene un poso, un algo que no tenemos los demás. Son excepcionales; hay que tener un don especial para estar con ellos manteniendo la calma, la cordura. Les admiro; desde el auxiliar que acaba de entrar hasta el médico.
– ¿Cómo pinta el futuro?
Yo creo que el futuro, no a muy largo plazo, avanza hacia permitirle a la gente quedarse en su casa; tanto a los mayores, como a aquellos que tengan alguna enfermedad crónica. Porque esta crisis si enseña algo es que hay que cuidarles. En la sanidad pública es muy difícil porque es muy caro, pero los hospitales deberían proporcionar un cuidado inmediato; y en esto la tecnología es clave.
Por otra parte, una persona que tiene necesidad de tomarse la tensión todos los días, o de pincharse insulina; si pudiera recibir esa atención en su casa con la misma calidad que en un hospital, en un lugar en el que se siente cómodo, sería mucho más ágil y beneficioso para ella (no le subiría si se pone nerviosa, por ejemplo). Y eso es hacia lo que tendemos.
En definitiva, el futuro a medio plazo apunta a los hospitales y residencias especializados, y hacia una mejora de los servicios en el hogar que permitan estar en ellos el mayor tiempo posible, pero con los mismos beneficios que si se encontrase en el centro. Teniendo en cuenta que de cada 100, 97 quieren permanecer en su domicilio, se trata de algo muy importante.
Imágenes | ISECO y iStock: Barabasa y Clarissa Leahy.
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