El origen de Wowplay es curioso. En plena pandemia, Oriana Circelli, CEO, cofundadora de la compañía, ingeniera e “inventora de vocación”, tomó parte en una experiencia culinaria.
Consistía en recibir en casa una caja con los ingredientes de un plato que sería preparado más tarde, con la ayuda de un chef que se conectaba por Zoom. Casi al mismo tiempo, Circelli visitó a un familiar que fabricaba plastilina en casa con la ayuda de sus hijos.
A esas experiencias reveladoras se sumaron varias realidades inquietantes. Por un lado, está el hecho, o más bien el infortunio, de que los niños pasan mucho tiempo delante de las pantallas y en una actitud pasiva. Consumen contenidos sin parar y están siempre sobreestimulados. Sin embargo, casi nunca se convierten en creadores de los mismos y rara vez se hacen preguntas sobre lo que ven y oyen. Esa sobreexposición digital choca, además, con las rutinas de la enseñanza tradicional, y eso provoca frustración en los más pequeños, y en las familias.
Por otro lado, en el mundo occidental hay poco interés por las carreras técnicas (las llamadas STEM), sobre todo entre las niñas. Los estudios demuestran que es en las edades más tempranas de la educación primaria cuando hay que incidir para cambiar las cosas, haciendo las ciencias y la tecnología algo atractivo y divertido. A los 15 o 16 años, cuando el niño tiene que elegir el tipo de bachillerato que quiere hacer, ya es demasiado tarde para despertar vocaciones técnicas.
Y de ese cóctel de experiencias personales y diagnósticos sobre la educación, nació hace un año Wowplay, un proyecto pensado para despertar en niños entre cinco y ocho años “las ganas aprender, de preguntarse y de ser curiosos”, como enfatiza Circelli.
En esencia, Wowplay ofrece kits para aprender electricidad, mecánica, programación y ciencia. Las familias reciben una caja al mes tras darse de alta en un servicio de suscripción que puede durar un año. En ese tiempo, los niños, que necesitarán a sus padres para sacarle todo el partido al material, podrán ir subiendo de nivel y complejidad. “Se puede enseñar las capas de la tierra a la vez que se fabrica jabón. Y eso lo aprenden los niños al tiempo que trabajan en equipo y tienen la paciencia necesaria para que se caliente la glicerina. Es un aprendizaje que no se olvida”, recalca.
Más allá de los conocimientos, el objetivo es despertar la curiosidad. “La idea es que un niño encienda la bombilla de su casa y se pregunte por qué se enciende. O qué pasa cuando no se enciende. El gran reto es que los niños pasen de consumidores a creadores”, insiste Circelli.
El aprendizaje combinado
En el discurso de esta emprendedora y en la propia web de la compañía aparece el concepto de “aprendizaje combinado”, que aboga por hacer llegar la tecnología a través de la pura manipulación. “Tener estos espacios donde el niño construya con sus manos es muy importante”. Las manos concebidas como las mejores correas de transmisión del conocimiento.
Además, a la promotora de Wowplay le gusta hablar de STEAM, más que de STEM. Y señala que esa ‘A’ adicional hace referencia a las artes y a la vertiente humana que debe tener todo conocimiento técnico. Y que, según ella, lo hará atractivo a muchos niños y niñas que hoy le dan la espalda.
En este sentido, sus kits y diseños están pensados para potenciar las llamadas soft skills o habilidades blandas. Hasta ahora, se han considerado secundarias en los procesos de aprendizaje, pero cada día parecen más relevantes. “En el futuro, lo más valorado será la adaptabilidad, la capacidad de ser curioso y creativo, el trabajo colaborativo”, asegura, entusiasta, Circelli.
El problema de la falta de talento
Orcelli coge carrerilla cuando se le pregunta por los problemas de la educación y la falta de talento tecnológico. “Tenemos un gran reto como sociedad. Siete de cada 10 niños que van hoy a primaria trabajarán en profesiones que no existen. Sabemos que la tecnología será indispensable y que las habilidades blandas serán claves”.
Wowplay todavía se está dando a conocer. Sus kits están disponibles en su página web y a través de Amazon. Y la compañía ya emplea a siete personas. El método de fabricación de los materiales es todavía muy artesanal. “Nosotros hacemos todo. Trabajamos desde el concepto del programa y de los objetivos hasta la fabricación de los kits. Tenemos para ello un pequeño taller. Encargamos a terceros las piezas y luego las ensamblamos. La idea es llevar los kits a producción masiva, y para eso iremos a China”.
Casi 700 niños han probado ya el método de aprendizaje de Wowplay. Además, hay colegios que han experimentado con sus cajas de aprendizaje ‘combinado’. Circelli asegura que hay “profes abiertos e innovadores” que han quedado entusiasmados por sus materiales. Y también reconoce que hay otros que no quieren oír hablar de nuevos métodos. “Es un colectivo saturado con sobrecarga de contenidos y muchas veces no están por la innovación”. En su opinión, la clave está en empezar por el hogar e ir conquistando luego otros ámbitos.
Por el momento, los kits llegan a sus destinatarios por el boca a boca y algunas acciones de marketing digital en redes sociales y con influencers, por ejemplo. Aun así, Circelli reconoce que la promoción es su gran asignatura pendiente y que tiene mucho trabajo por delante. “El producto encanta, pero lo tenemos que dar a conocer”, reconoce esta mente inquieta a la que le gusta poner en marcha proyectos solo por el placer de hacerlo.
En todo caso, Wowplay ya ha recibido un reconocimiento. Llegó en marzo, cuando la plataforma de apoyo a la innovación abierta AticcoLab celebró su Pitch Competition Women Edition. En la sesión titulada ‘Emprender en femenino’, la ganadora fue Oriana Circelli, por buscar el desarrollo de habilidades blandas y competencias tecnológicas a través del asombro y del juego.
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Imágenes | Wowplay