Yves Moussallam ha dedicado su carrera a estudiar los volcanes de todo el mundo. Para conseguirlo, ha recorrido continentes, ha trabajado a más de 6000 metros de altura y ha navegado de isla a isla con un laboratorio portátil. En su pasaporte figuran países como Canadá, Costa Rica, Etiopía, Islandia, Indonesia y Ecuador.
Hoy es profesor en el Lamont-Doherty Earth Observatory de la Universidad de Columbia, en Nueva York (Estados Unidos). Y aunque la pandemia ha parado sus expediciones, sigue de cerca la actividad de los volcanes desde el laboratorio. Hablamos con este vulcanólogo francés para entender mejor qué nos pueden contar los volcanes, cómo es su estudio y qué nos falta por descubrir sobre ellos.
– Has recorrido medio mundo para estudiar los volcanes. ¿Cuál es el objetivo de tus investigaciones?
Mi interés es entender qué información hay en los gases y cómo podemos utilizarla para hacer mejores predicciones de la actividad de los volcanes. Estudiamos, entre otras cosas, cómo funciona el magma y a qué presión sale cada tipo de gas.
Para hacerlo, tomamos medidas de los gases en las erupciones, pero también trabajamos en el laboratorio. Tenemos hornos que funcionan a altas temperaturas donde podemos recrear el magma.
– Tus expediciones han llegado a lugares muy remotos, como a las pequeñas islas volcánicas del Pacífico. ¿Qué importancia tiene estudiar estos volcanes y no limitarse a los que tenemos más cerca y accesibles, como los de Europa o el continente americano?
Cuando empecé a realizar mis expediciones, teníamos muy buenas medidas de los volcanes de Italia, Islandia, Japón e incluso Hawái, pero muy pocas de los del resto del mundo. Si queremos tener una idea global de cuál es el impacto de estos volcanes en la atmósfera, es muy importante hacer mediciones en el mayor número posible, también en los más remotos.
– ¿Existe relación entre estas emisiones a la atmósfera y el clima?
Sabemos que los gases volcánicos que se emiten a la atmósfera tienen la capacidad de enfriar un poco el clima de la Tierra durante periodos de tiempo cortos, de entre uno y 100 años. Hace unos años, efectué unas expediciones con National Geographic para contabilizar mejor estos gases y ayudar a los científicos a mejorar sus algoritmos y predicciones de la evolución del clima.
Cuando empezamos a hacer esto había discrepancias entre las predicciones de los científicos climáticos y las medidas que se estaban tomando, sobre todo entre 2008 y 2012. En este periodo hubo una actividad volcánica un poco mayor, que no se tenía en cuenta en los modelos.
– ¿De qué manera pueden los volcanes alterar el clima?
Hay diferentes situaciones. Están los volcanes que sueltan gas todo el tiempo y tienen la capacidad de enfriar un poco la atmósfera. Sus gases y aerosoles sirven de punto de nucleación para las nubes: cuantos más aerosoles ponemos en la atmósfera, más nubes se van a formar. En la actualidad, hay cerca de 150 volcanes más o menos activos con potencial para lanzar estos gases.
Después tenemos el efecto que causan las grandes erupciones. Estas ponen en la estratosfera aerosoles y gases capaces de enfriar el clima a nivel global. Son eventos puntuales, pero pueden ser muy drásticos y tener consecuencias negativas. Tras la erupción del Tambora (Indonesia) en siglo XIX, el clima se enfrió varios grados y dio lugar al conocido como año sin verano.
“Hubo un periodo en la historia en que la Tierra estaba cubierta de hielo y la actividad volcánica nos sacó de él”
Además, si analizamos los volcanes a través de millones de años, pueden propiciar un efecto de calentamiento, ya que emiten algunos gases de efecto invernadero. De hecho, hubo un periodo en la historia en que la Tierra estaba cubierta de hielo y lo que nos sacó de él fue la actividad volcánica. Todo depende de en qué periodos de tiempo se estudie el fenómeno.
– En España hemos tenido un volcán en erupción, el Cumbre Vieja de La Palma (Canarias). ¿Qué efectos puede tener en la isla?
No soy especialista en las islas Canarias y nunca trabajé sobre este volcán en particular, pero podríamos decir que se trata de una erupción de un tamaño muy grande para el tipo que es. El riesgo de contaminación del aire debido a los gases es bastante alto, por ello se hacen predicciones cada día para saber en qué dirección van a ir y alertar a la población.
Respirar estos gases es muy dañino para los pulmones. Por ello, cuando trabajamos cerca de los volcanes siempre utilizamos respiradores. También está el problema de los piroclastos o tefras, que se acumulan en los tejados y amenazan las estructuras de las casas. Los vecinos salen a limpiarlos para salvar sus propiedades, pero esto puede poner en riesgo su salud.
– ¿Se notará la erupción de La Palma en el clima?
En el caso de este volcán no se verá un gran efecto global, como sucedió con el Tambora, ya que la altura del penacho no va a ser tan grande. Son unos kilómetros de altura, poco comparado con los 15 o 20 que se alcanzaron en otros volcanes. El efecto que puede crear es el de formar más nubes, pero no pondrá aerosoles en la estratosfera.
– El de La Palma fue un volcán anunciado, al igual que otros recientes, como el de Islandia. ¿Estamos cerca de poder anticipar todas las erupciones a nivel mundial?
Pienso que sí, estamos cerca. Cada vez hay más ejemplos de predicciones exitosas. Es más fácil en situaciones como la de La Palma, en países con recursos para hacer monitorización de los volcanes. En aquellos en los que no tenemos termómetros o instrumentos para medir gases y deformación es mucho más difícil.
“Todavía es difícil anticipar con certeza el tamaño de la erupción y cuándo va a terminar”
Si hay presupuesto suficiente, es posible hacer predicciones. Lo que es difícil todavía, incluso en países ricos y con medios, es anticipar con certeza el tamaño de la erupción y cuándo va a terminar.
– El mayor porcentaje de los volcanes que pueden entrar en erupción están en el ‘cinturón de fuego’ del Pacífico. ¿Cuentan estos con suficientes instrumentos de medición?
Los de Japón, Indonesia y Norteamérica, sí. En Sudamérica, depende de los lugares. A nivel global es difícil decir qué porcentaje de volcanes está cubierto, porque también es difícil determinar qué cantidad de instrumentos es suficiente. Algunos pueden ayudar a predecir una erupción enorme, pero no otra más pequeña. Creo que podríamos decir que cerca del 50 % cuenta con instrumentación suficiente.
Estuve, por ejemplo, en la erupción del Vanuatu. Allí no había datos, a excepción de los de satélites, ni instrumentación para medir gases o deformaciones. Solo había un sismómetro en otra isla y una cámara que estaba muy lejos del sitio y tomaba una imagen cada diez minutos.
– Hasta el momento, ¿qué expedición supuso mayores desafíos?
Las de América del sur. Entre 2014 y 2015 viajé desde Chile hasta Ecuador tomando medidas en cada volcán. Esta fue una expedición financiada por Land Rover que duró cinco meses y supuso un gran desafío técnico, ya que necesitamos muchos instrumentos y medios para explorar estas tierras.
Tuvimos problemas de aduanas que nunca quiero volver a tener [ríe], y realicé los ascensos más difíciles que he hecho nunca, especialmente en el norte de Chile, el sur de Perú y también en Ecuador. Son volcanes que están por encima de los 6000 metros de altura, es muy difícil respirar a estas altitudes y más aún cuando hay tantos gases. Necesitábamos respirar con máscaras y hacía mucho frío. Es complicado trabajar en estas condiciones.
“Son volcanes que están por encima de los 6000 metros de altura, es muy difícil respirar a estas altitudes y más aún cuando hay tantos gases”
– En vuestras travesías, creasteis el primer laboratorio volcánico móvil. ¿En qué consiste?
Lo hicimos en las expediciones de América del Sur y la de Vanuatu. La idea fue juntar los mejores instrumentos para medir gases, provenientes de diferentes laboratorios del mundo, para llevarlos de un volcán a otro.
En América del Sur lo montamos a bordo de un Land Rover. En Vanuatu, sobre un vaka, una embarcación tradicional con la que íbamos de una isla a otra.
– ¿Cuál es la importancia de la tecnología en vuestras expediciones?
En mi trabajo, todo gira alrededor de la tecnología. Tenemos instrumentos que funcionan por espectroscopia, y otros con sensores que responden a diferentes gases. Cuando viajamos, no intentamos tener los datos en tiempo real en el laboratorio, pero en otros estudios sí lo hacemos: por ejemplo, en un proyecto en el volcán Reventador, en Ecuador, pusimos una cámara infrarroja para ver cuándo hay explosiones.
Se trata de una cámara inteligente que decide cuándo grabar y enviar los vídeos a nuestro laboratorio y al instituto geofísico local. Cuando realizamos estudios a largo plazo para ver cómo cambia un sistema es importante dejar instrumentos que vayan recopilando información.
– También intentáis ser lo más respetuosos posible con el planeta. ¿Qué hacéis para minimizar vuestro impacto?
Siempre encontré extraño trabajar para entender mejor la ciencia y el calentamiento global y a la vez ejecutar actividades con mucho impacto sobre el medioambiente. Lo pensaba sobre todo en la Antártida, donde usamos helicópteros, motos de nieve, etcétera.
Intentamos plantearnos cómo podríamos hacer las cosas de manera un poco más respetuosa y decidimos hacer algunos cambios. En expediciones posteriores viajamos con combustibles de biofuel, por ejemplo. A su modo, también es contaminante, pero al menos hicimos el ejercicio de intentar mejorar.
– ¿Hay algún volcán que te parezca interesante, pero que todavía no hayas visitado?
Todos los volcanes son muy interesantes. He visto una buena cantidad ya, cada uno de ellos es distinto y todos son increíbles.
Con la pandemia se cancelaron muchos planes y, además, tengo mi trabajo como profesor en la universidad, por lo que no puedo irme con tanta facilidad. En los últimos años he realizado un viaje a Islandia, pero ninguna gran expedición. Ahora mismo no hay nada organizado, pero espero volver a salir pronto. Hay muchos volcanes que me gustaría estudiar.
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Imágenes | Rolex/Stefan Walter, Yves Moussallam